Cuando empecé a escribir en este blog, me propuse no contar más que chascarridos salpicados con un poco (que no bueno) sentido del humor. No quiero trasladar mis penas a la gente que me pueda leer, porque pienso que a poca gente le interesan. Esta es la causa que haya tenido abandonado el blog tanto tiempo. Como, creo, que ya me he recuperado y he empezado a competir (conmigo mismo), pues eso que os paso a relatar mi última experiencia en una carrera:
La mañana se presento con una temperatura ideal para correr. Los del tiempo habían previsto una especie de tormenta perfecta que nos auguraba un tiempo nefasto para correr y, sin embargo, fue todo lo contrario.
Mi compañero de entrenos (Mocosof) y un servidor nos habíamos propuesto realizar una carrera de menos a más y así fue. Empezamos en el km 1 y nos fuimos hasta el 21, por lo que, efectivamente, fuimos de menos a más.
Los primeros quilómetros (homenaje a uros) fueron a un ritmo bastante vivo hasta que nos encontramos con unos impresentables que nos rompieron el ritmo por completo. Zerolito, Locomotoro, bichobolas y otros paquetillos nos saludaron y empezaron a charlar y, sin darnos cuenta, bajamos nuestro ritmo hasta casi andar. Es lo que tiene juntarse con paquetones que sólo saben estorbar.
En un momento determinado, Bichobolas (un paquete de menos de tres horas en maratón) decide apretar y un servidor seguirle y pese a que iba cómodo a su ritmo, decidí por cortesía hacia mi amigo, vecino y compañero Mocosof parar y ponerme a su altura. Por supuesto dejamos a los impresentables que siguieran con su lenta marcheta para irnos raudos hasta tiempos más acordes con nuestra valía atlética (no del atleti)
Un servidor, por si no lo sabéis, es funcionario, pero un funcionario atípico. Una vez al mes me toca guardia durante una semana entera. La guardia consiste en llevar un móvil pegado al culo las 24 horas del día por si recibo alguna llamada del trabajo. Viene esto a cuento porque ese día en concreto estaba de guardia y, circulando por el km 9 de carrera, sonó el móvil. Atiendo la llamada y le digo a Ernesto que siga hacia delante que, a lo peor, me tengo que parar y abandonar. Solucioné la incidencia muy rápidamente, como indica mi gran cualificación profesional, e intenté, mientras corría, meterme el móvil en la abertura que tenía en la parte de atrás del pantalón. Uno, que siempre ha sido un manitas, estaba empanado en ese momento y era incapaz de colocar el móvil en su sitio. En un momento determinado me paro y miro a la cara fijamente a un policía municipal que estaba cuidando la carrera y le digo: ¿Sería tan amable de meterme el móvil?. El Guardia en primer término me mira extrañado, pero después accede y empieza a meterme mano por detrás de la malla para buscarme la cremallera del pantalón corto que tenía debajo. El municipal no atinaba y un servidor cada vez se agachaba más para facilitar la tarea al hombre que se estaba poniendo por momentos muy nervioso. Pasado un tiempo, el policía me dice: "Espere un momento que me voy a quitar el guante". Os podéis imaginar la cara de los que seguían en carrera cuando ese fistro de guardia se quita el guante para meterme mano por dentro de la malla. Total que perdí más de un minuto en la maniobra.
Los kilómetros fueron pasando y empezaron las cuestas. Entonces decidí apretar y enseñar a los demás la técnica de carrera por la que soy famoso en los círculos de los corredores populares. Cuando se empina la carretera, hay que correr con los dos pies en el suelo y los brazos en jarra. Esta técnica es muy efectiva porque te cansa poco, desfrutas más de las carreras porque, al ir andando, tardas más y puedes ver detalles (una señora tendiendo la ropa, el culo de la que va delante, uno meando entre dos coches) que se le escapan a los primeros de la carrera que van como alma en pena sólo pensando en la meta
Al final, 1h 56' de disfrute que se completó con otra hora esperando a que nos dieran la bolsa del corredor. Las organizaciones cada vez piensan más en nosotros, nos tienen mucho tiempo esperando para que así estrechamos relaciones y nos contemos nuestras maravillosas experiencias.
Al día siguiente tenía que ir al médico por un problema de próstata y claro, el galeno me hizo un tacto rectal. Se puso un guante de latex para meterme el dedo por salvase la parte y cuando estaba urgando, me dio por mirar para atrás y ¿adivináis a quién vi?. Sí, era el policía municipal de la carrera. El policía era el médico. Lo que tiene que hacer la gente en tiempos de crisis..... por supuesto nos dimos los teléfonos. Toda historia de amor tiene un final feliz
Hace 3 años