martes, 28 de julio de 2009

La alegría en casa del paquete


Foto cortesía de Claudio Luna (24 horas)

El día amaneció como casi siempre, "cagao". Los días "cagaos" son aquellos en los que no te atreves a salir de casa, todo te da pavor. Ya en la ducha notas cada gota de agua como si cayeran chuzos de punta, el desayuno te entra de mala manera, la casa te da vueltas. Respiras hondo a ver si así te pasa el miedo que tienes en el cuerpo, te dan unas ganas horribles de volverte a la cama y darle un tiento a la mujer que hace algunos minutos dormía a tu lado, pero te das cuenta que es la tuya y que falta bastante tiempo para que te vuelva a tocar, que estás en lo que se llama el periodo romántico, es decir, el periodo "a dos velas.

El día anterior tenía preparada la bolsa con todo lo necesario para trotar una carrera (media maratón) más, de esas que se han convertido en un negocio para algunos organizadores, un sobresueldo para los atletas de élite y en una ruina para los participantes populares (inscripción, viaje, soborno a los organizadores.......).

Saque el coche del garaje de forma mecánica, sin pensar, como, por otra parte, se sacan todos los coches hasta que no inventen otra forma. Me dirigí al lugar en el que estaba la salida de esa carrera. Según me acercaba al punto de partida me iba poniendo más nervioso, estaba temblando, las manos sudorosas, el estómago como una piedra. Ya se lo había dicho a mis compañeros de rodaje, no hace falta hacer abdominales para tener el estómago duro.

Comencé a calentar un poco, pero mi cabeza estaba a kilómetros de donde estaban mis pies, no sabía lo que me pasaba, no hacía más que mirar al suelo, no quería ver a nadie, me tropecé varias veces con personas que calentaban en dirección contraria a la mía y no me disculpaba, temía el momento que dieran el pistoletazo de salida. Me coloqué como un zombi en el punto de partida y agaché la cabeza como si me fueran a dar el tiro de gracia (nunca he sabido porqué lo llaman así, maldita la gracia que tiene el tirito ese).

Sonó un disparo a lo lejos y la gente comenzó a correr , les seguí mirando al suelo, sin levantar la cabeza . Pasaron unos minutos que para mi fueron horas y pensé: "esto no puede seguir así, tengo que levantar la cabeza y empezar a correr, acabar la carrera de manera digna". Apreté el paso a todo lo que daba, levante la cabeza y miré al horizonte, de pronto me di cuenta que no había nadie delante de mi, miré atrás y tampoco había nadie, aceleré todo lo que pude. "No puede ser, pensé, por primera vez en mi vida voy primero en una carrera". Me di cuenta que corría "redondo", la zancada era cada vez más fluida, la respiración más acompasada. La gente me aplaudía y me animaba como nunca antes lo había hecho.

Pasaron los kilómetros y nadie me alcanzaba. Me disponía a dar la primera vuelta de las dos que había que correr para completar el circuito de la media maratón, cuando, después de doblar una esquina y en la mitad de una recta de un kilómetro, oí una voz que me decía: "APÁRTESE QUE LE VAN A DOBLAR". De pronto aparecieron tres negros corriendo como gacelas a los que perseguían todo un ejercito de corredores que corría como una manada de elefantes en estampida y jadeaban como si se les fuera a salir el corazón por la boca, empezaron a pasarme como si estuviera parado, cada vez me adelantaban más paquidermos, los muy puñeteros no tenían piedad de mi, me miraban como si fuera un obstaculo que hubiesen puesto en el medio y había que apartar de un manotazo. Ellos doblaron en una esquina y se encaminaron hacia la meta mientras a un servidor uno de los voluntarios le decía "NO, POR AQUÍ NO, LE QUEDA OTRA VUELTA ".

De pronto todo se me vino abajo, me dolía mucho la cabeza, las piernas cada vez las tenía más pesadas, lo que antes era una zancada de corredor de élite ahora era la de un pisador de uva. Empecé a oír una música rara, cada vez el ruido estaba más próximo, parecía una sirena de bombero o de ambulancia, volví la vista atrás y me di cuenta que era el coche escoba y el motorista de la policía municipal que me dijo "DATE PRISA CHACHO QUE TENGO GANAS DE LLEGAR A CASA. SIEMPRE ME TOCAN A MI ESTE TIPO DE SERVICIOS, ENCIMA EN DOMINGO.

Acabé en la meta con unas ganas horribles de vomitar, cuando la traspasé me dió una de mis arcadas famosas y arrojé todo el desayuno, los abdominales tipo "CR9" se esfumaron como todo lo demás y me quedó la tripa "mahou" de las de toda la vida, la que tiene que tener un hombre de bien que se haga respetar.

Llegué a casa con una bolsa en las manos que contenía una camiseta, un pisapapeles que servirá cualquier día de objeto contundente cuando se enfade mi mujer conmigo y con el cuerpo escombro de siempre, la cara pálida, los ojos hundidos, las piernas doloridas ..... Es decir, el cuerpo que tiene que tener cualquier deportista que se precie.

Ya lo dice el refrán "Qué poco dura la alegría en casa del paquete", ¿o era del pobre?










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